lunes, 10 de octubre de 2016

Teorema del emparedado

Hace ya tiempo que no escribía aquí. A pesar de que me desahoga y me ayuda a organizarme, también me da la sensación de que los únicos sentimientos fuertes que tengo son mi desánimo, en general producido por una chica. Pero bueno, supongo que son los únicos sentimientos fuertes que no se organizar de otro modo.

¿Alguna vez habéis visto a una chica y, cuanto más la conocíais, más os ha gustado? Cada cosa que ella hace me gusta, hasta el punto que no se si quiero salir con esa chica o ser su fan número uno. Pero esto no es una entrada feliz, por supuesto. Soy invisible para ella.

Quizás no sea invisible. Quizás guardemos nuestros momentos, nuestras miradas, quizás todavía no me haya rechazado de manera indirecta. Por eso se que debo seguir intentándolo. Pero puedo ver como prefiere estar con otras personas antes que conmigo. Y se que tengo la culpa.

Cuando quiero conseguir algo: un examen, un partido de baloncesto, un nivel difícil de un videojuego... Me pongo nervioso. Siempre. Doy demasiadas vueltas a las cosas que me importan, no quiero hacer nada que evite que las consiga, y a menudo eso me hace quedarme inmóvil o actuar demasiado tarde. Con las chicas me pasa a veces, pero esta chica que cada vez parece más de película, hace que cada vez sepa menos que decir. Es irónico; parece que conocerla evite temas de conversación en lugar de crearlos.

Pero bueno, esta es la historia que se repite siempre alrededor mía. Me gusta una chica, me produce dolores de cabeza, me digo a mi mismo que lo voy a conseguir y trato de hacer mejor las cosas día a día a pesar de que me desanime cuando ella no me hace caso, para luego acabar viendo como se va con otro.

Esta vez hice algo que quizás no había hecho nunca con otra chica: me prometí a mi mismo que saldría con ella. Nunca me hago promesas a mi mismo que se que no voy a cumplir, y dada mi experiencia en este caso prometerme algo así era casi como traicionarme. Pero lo hice, y no pienso faltar a mi promesa aún. Sacaré las fuerzas de donde haga falta, aunque ya no recuerde que es salir con una chica. Seré mejor persona. Conseguiré hablar con ella sin tropezarme con las palabras, y le mostraré mi personalidad, en la cual confío plenamente. Quizás no sea mi momento más motivado, pero volveré a repetirme lo que ya me dije una vez. Esa chica acabará saliendo conmigo.